RELATOS DE MI VIDA

Nada es para siempre...

Pero podemos intentar alargar esas etapas de felicidad y proteger esos amigos que siempre te sacan una sonrisa en los momentos más amargos...

The Only Exception~♥

lunes, 18 de julio de 2011

Otra historia

Me gusta poner caras a mis personajes o los relaciono con personas que están a mi alrededor, me desquita bastante.
Disfrutad ;D




VENGANZA

EL AMOR CREA FELICIDAD… PERO TAMBIÉN LA DESTRUYE.



Veía como el cuchillo perforaba su tostada y suave piel. Esta sensación que me inundaba no quería que desapareciese nunca. La odiaba, si, la odiaba con todo mi ser. Esa estúpida persona me quitó todo aquello a lo que sentía un mínimo apego. Me lo quitó todo, lo más preciado, mis sentimientos… Y ahora clamaba mi venganza.

Es muy fácil llegar a amar a una persona, pero aun es más fácil llegar a odiarla.
Esta persona hizo añicos mis sentimientos, ignoró toda explicación que quería darle, abofeteó mi orgullo.
Por su estúpido ego, para hacerse la víctima hizo que todo el mundo estuviese en mi contra, muchos amigos me dejaron de lado por el simple hecho de haberlo dicho ella. Mancha de hipócritas.

Y esto es en lo que ella me ha convertido, en este monstruo. Ella me obligó.

Chris, con los ojos llorosos del dolor que sentía al clavarle el cuchillo en el estómago me pedía una y otra vez que no le hiciera daño. Lloraba, me gritaba pidiendo clemencia. Pero eso ya no me importaba, se había llevado cualquier resquicio de sentimiento en mí, de compasión. Ya no sentía nada. Solo había dejado en mí esa sed de venganza, odio, desprecio…

Derramé unas cuantas lágrimas, pero no de lástima o culpa, sino de la emoción que sentía al verla así, y creo que lo percibió. Una sonrisa cruzó mi cara, una sonrisa de desprecio y maldad… En su mirada desapareció toda expresión, había desaparecido total esperanza.

-         Ahora sabes por todo lo que he sufrido… ¿Te gusta? No creo… Esto es en lo que me has convertido… No esperes piedad de mí, no la tendrás. Me destruiste… ¡Y ahora yo lo hago contigo!

Una expresión de terror absoluto se apoderó de su rostro. ¡Bingo! Eso era lo que quería ver.
Riéndome la acuchillé incontables veces. Tiré el cuchillo lejos de mí y me acerqué a ella. Todavía estaba viva, aunque no por mucho tiempo.

-         Lo siento – dijo con un hilo de voz.
-         Ya es tarde para sentirlo. Deberías de haberlo pensado hace mucho. Estas son las consecuencias de tus actos. Arrepiéntete si quieres, aunque no cambiará nada. Vas a morir aquí y ahora, y nadie te salvará.

Ella abrió los labios e intentó decir algo pero la interrumpió una constante tos con sangre. Me quedé a su lado viendo como su vida se esfumaba…

-         Siempre te quise Chris – le dije al tiempo que sus ojos se cerraban para no abrirlos más, y una lágrima descendió por su mejilla.

Le aparté un mechón de cabello que estorbaba en su cara.  Me quedé  mirándola varios minutos.
Pasado el tiempo me levanté, cogí el cuchillo y me fui.


Quemé los guantes y la ropa que llevaba, no quería que quedase ninguna evidencia. No quería que me descubrieran, no, aun no. Todavía me quedaba mucho por hacer, todavía no había terminado mi venganza. Todas esas personas que habían creído antes a Chris que a mí y que me habían dejado de lado… debían de pagarlo. Nada ni nadie me pararía. Absolutamente nadie.

Llegué a mi casa, me duché y me acosté. Mis padres seguían fuera.

Por la mañana vi en las noticias que habían encontrado un cadáver de una chica llamada Christine Feller en un bosquecillo cerca del pueblo. La habían asesinado.
Mis padres me miraron alarmados. Empecé a llorar y a lamentar la muerte de mi ex-novia. Todo estaba planeado. Mis padres me abrazaron en un intento de consolarme. Ellos sabían que no servía de nada decirme algo, las palabras no me afectaban. Así que me abrazaron hasta que me calmé. Pasamos la tarde en silencio y eso lo agradecía, tenía muchas cosas en que pensar y planear.

Al día siguiente me levanté y me vestí con la ropa más arreglada, discreta y oscura que tenía para el entierro que se celebraba esa misma tarde. Mientras desayunaba bostecé y mis padres lo interpretaron como que no había dormido en toda la noche. Pero es todo lo contrario, no había dormido mejor en toda mi vida.
Mi padre me puso la mano en el hombro como modo de consuelo y lástima.

Al salir de la Iglesia la madre de Chris vino hacia mí y me dio un abrazo.

-         Lo siento mucho Maya – le dije en el tono más triste que pude.
-         No lo sientas querido, no tienes la culpa de nada – me miró con esos tan amables que la caracterizaban. Estaba pálida y desmejorada – Aunque teníais vuestros roces, sé que os queríais mucho…
-         Si, la quería demasiado – dije – Mejor me voy adelantando para llegar al cementerio, ¿la llevo?
-         No hace falta cariño, he traído el coche.
-         Bien, hasta luego Maya.

Llegué al cementerio un poco antes que los demás. Al lado había una tienda de flores y compré un ramo de rosas blancas.

Las personas ya estaban llegando así que fui a la tumba de Chrís. Vi como metían el ataúd en la tumba y como la cerraban. Una pequeña sonrisa marcó mi cara. Nadie se dio cuenta. Tenía tanta emoción… Las personas lo interpretaron como que estaba a punto de echarme a llorar, que estaba destrozado por la pérdida.
Esos amigos que me dejaron de lado se acercaron para disculparse.

-         No hace falta que os disculpéis – dije.
-         Pero…
-         Pronto todo se arreglará – dije convencido.

Y era verdad, todo se arreglaría… pero a mi manera.

Todos se fueron y yo me quedé solo frente a la tumba de Chris.

-         Chris, me despido de nuevo – dije poniendo las flores en un jarrón con agua frente a la tumba – Y no te preocupes, pronto tus amigos estarán a tu lado – dije esto mientras me marchaba.


La policía no había encontrado pruebas para culpar a alguien. Eso era genial, tenía tiempo para planear todo, tenía que hacer que todo saliera a la perfección. Esperaría a que todo se calmase y volvería a actuar…
No me podía permitir ningún error.


Pasaron unos meses del asesinato.

Venía de ponerle flores a la tumba de Chris.
Aparqué en un quiosco cerca de mi casa para comprar tabaco.

Mientras me fumaba un cigarro mi próxima víctima se acercó a mí para saludarme y saber como estaba.

-         Hola Alex – sonreí – ¿Tienes un poco de tiempo? Tengo que hablar contigo en… privado.



FIN.






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